domingo, 11 de noviembre de 2012

El comisario Maigret

Hay una película entretenida pero no por ello buena con uno de mis actores favoritos: Jim Carrey. Pero no, no es una pela cómica, sino una de suspenso, titulada Número 23. En ella, al menos al principio, se manifiesta uno de mis grandes amores: la lectura. Resulta que el personaje de Jim es un apacible perrero, de esos que trabajan en camionetas y atienden a llamadas que tienen que ver con perros agresivos con el fin de atraparlos. En fin. Después de un mal día, que por cierto, era su cumpleaños, Jim llega tarde a encontrarse con su esposa, quien lo esperaba para ir a su reunión de cumpleaños. En esa espera, la esposa de Jim encuentra una tiendecita de libros antiguos, de esas que te los venden por dos o tres soles (aunque en la película usaban dólares). Ella encuentra un librito rojo, muy peculiar, y empieza a leerlo mientras aguarda por su esposo. Al llegar éste, ella se lo compra por su cumpleaños, y por medio de este libro, Jim ingresa a su propia aventura de obsesión y paranoia que, bueno, ya no viene al caso.







A mí me gustan esa clase de tiendas de libros. Me gustan los libros, las ferias de libros, las tiendas grandes, pero, sobretodo, estas tiendecitas esporádicas. Y esto creo no tiene nada que ver con el aspecto económico. Me inclino hacia esta explicación: ocurre que cuando uno va a una feria de libros, o a una librería de regular reputación (como La Familia, por ejemplo, una de nuestras favoritas), ya se tiene una idea, aunque vaga, de lo que se va a buscar; en cambio, en una tienda pequeña, que generalmente es el garaje de una familia de esposos ya mayores con un evidente gusto hacia la literatura, uno puede encontrar de todo, y siempre hay un título esperando a que algún caminante se deje cautivar por él. Esto me pasó a mí.

Caminaba con mi novia por las afueras de la universidad San Marcos y, sin un mejor itinerario, decidimos entrar a una de las dos tienditas de libros viejos que por ahí se encuentra instalada. Era ya alrededor de las seis de la tarde; la luz del alumbrado público y los fluorescentes de la pequeña casita contrastaba con las páginas amarillas de los libros y encuadernados. Cervantes, Vargas Llosa, Dumas y los demás clásicos aguardaban por un comprador. Volví a encontrar Y de repente, un ángel, un libro que llevo queriéndolo leer durante ya varios años creo que ya van cerca de seis, pero que nunca me animo porque, siempre que lo encuentro, no llevo mucho dinero como para llevármelo (ya que, como no es tan antiguo, aún conserva su precio original). Un libro acerca de Hyperion, un personaje que ignoraba que pertenecía a la literatura, pero que conocimos gracias al Yu-Gi-Oh!, al ser el boss del deck de agentes que usa mi novia. Y en eso ella me toma del brazo y me dice, igual que la esposa de Jim Carrey en Número 23, «Creo que este libro te puede interesar». Igual que en la película, el libro era de pasta roja, y relacioné en ese momento ambos recuerdos.



El libro del comisario Maigret fue escrito por Georges Simenon, y contenía tres historias sobre este veterano policía: A la cita de los Terranovas, Maigret en Nueva York, y Maigret y el cliente del sábado; de los cuales, todos muy buenos, más me gustó el último. Como me dijo mi amada novia, Maigret al menos hasta lo que alcanzó a leer debía entrar en mi colección de novelas policíacas, junto con Sam Spade, Holmes, Poirot y otros que, por cansancio, quizá, ya no llego a recordar. En wikipedia, una cita dice así: «Una característica por las que Maigret resulta tal vez el personaje más encantador de la novela de detectives, es que siendo un sabueso de finísimo olfato policiaco, es a la vez un hombre sobrio y profundamente compasivo. Al punto de que en algunos casos, una vez ha dado con su presa, el comisario decide hacerse el de la vista gorda, por haber entendido de manera íntima las causales del delito que se cometió, el tormento del alma del delincuente y lo inncesesario de la captura para el bien de la sociedad.» a la que yo puedo complementar con otra cita que rescaté de mi lectura: «Porque Maigret, después de más de treinta años de servicio en la policía, durante los cuales había visto todo lo que había que ver sobre las bajezas, las crueldades y las cobardías humanas, todavía era capaz de indignarse ante ciertos actos como si fuera el primer día.»

Recientemente he terminado de leerlo y una vez más puedo decir que mi novia no se equivocó.

2 comentarios:

  1. No se... pero ahora mismo me ha dado por leer ciertos comentarios de mis entradas... y apareciste tu... aqui estoy siguiendote otra vez... :)

    besos y saludos!
    Saray

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Saray, me alegro tenerte de vuelta en contacto =) Aunque, lamentablemente he perdido cotidianidad en el blog, trataré de escribir más seguido. Muchos besos y mucha suerte para ti también.

      Eliminar

(8) Welcome to the jungle (8)