miércoles, 18 de enero de 2017

sui generis

Solamente muero los domingos, y los lunes ya me siento bien. Genial final para una canción genial.
Uno suele pasar la semana esperando que llegue el domingo para descansar de la monotonía y las obligaciones, el domingo de la paz, el séptimo día en el cual hasta dios se echa la siesta; ¡pero qué agobiante puede ser un domingo para almas atormentadas e inquietas como las nuestras, mi estimado navaja! La paz nos confunde, y de forma masoquista, necesitamos de la adrenalina tanto como del oxígeno para vivir. Somos combustibles, somos inflamables. Y es que he llegado a la conclusión, mi buen amigo, que nada excitante o memorable ocurre un domingo, lo mejor de nuestras vidas ocurren los demás días de la semana, entre la ansiedad y la redención, como en la canción de virus: sofocados por el sueño y la presión, buscando un bálsamo menos dañino que la música y el alcohol. A marialucia la conocí un sábado.






Conocer a marialucia fue una suma cultural en varios aspectos, fue mucho más que un perú – Japón. Mi existencia era, en aquel entonces, un total desastre, así que no estaría mal ni pecaría de exagerado al decir que no llegué a su vida, sino que naufragué en ella para salvarme. Al conocerla pude comprender lo solitaria que había llevado mi existencia todos esos años, y que el universo que había construido para mí estaba vacío y era ilógico sin alguien digno a quien hospedar, y ella era el huésped a quien yo había estado esperando sin saberlo. 
Nuestros gustos eran distintos, claramente marcados por nuestros orígenes, pero felizmente compatibles. así, por ejemplo, mientras que yo leía cómics de la dc y de la marvel (ella me conoció leyendo una historieta de ironman titulada “las cinco pesadillas”), ella leía mangas de rurouni kenshin; yo le iba a mar de copas y a los guns n’ roses, ella me mostró el rock japonés (que también es muy bueno, con relampagueantes guitarras eléctricas y estruendosas baterías, tal como mandan los cánones del metal); y mientras que yo recién entraba a los estribillos poéticos de daniel f y el salmón, en su mp4 encontrabas a silvio rodríguez y pablo milanés, a fernando ubiergo, a Serrat, sabina y sui generis. todo eso, herencia melómana de su madre.
Yo solía esperarla en su facultad jugando al ajedrez contra le gente de letras, o leyendo, y casi siempre escuchando su playlist, muchos de esos temas hoy suenan aún en mi spotify. A ella le gustaba aparecerse de sorpresa, como una pequeña ninja de anteojos, y me abrazaba mientras me mostraba los dibujos que me hacía en sus cuadernos durante sus clases, los corazoncitos y los “fuchan ama a guille” que me pintaba, y yo le sonreía mientras me pavoneaba contándole en cuántos movimientos lograba hacerle jaque mate al pongo -un amigo-, como si aún estuviese convenciéndola de que se quedara conmigo, de que me haga caso.
Algunas veces teníamos nuestras diferencias, claro está, como por ejemplo: de cartón piedra. La canción –como bien sabes- le pertenece a joan manuel Serrat, sin embargo me parece superior la interpretación de nuestro daniel f, como que le mete más sentimiento y su ritmo es más tirado a la nostalgia del rebelde solitario; por otro lado, ella prefería la voz y la velocidad original, argumentaba que expresaba mejor esa ansiedad producto de la locura, pero a pesar de ello, casi siempre se imponían nuestras similitudes. Yo me sentía completamente realizado en mis similitudes con marialucia, entendía que en nuestros parecidos encontraba a la mejor versión que podía encarnar de mí mismo. entonces, cuando disfrutaba con una de sus canciones identificándome con la letra, podía amar a esa pequeña japonesita que, en su carpeta sanmarquina, se hundía para dibujarme corazones con sus lapiceros. ¿se podía pedir más?







Yo te hablé de un tema en particular: necesito, de sui generis; precisamente ese fue una de nuestras canciones en aquel 2010, échale una oreja:


https://www.youtube.com/watch?v=Pm820ENUIrw






“y que esté en mi cama viernes y domingos para estar en su alma todos los demás días de mi vida”. me encantaba cantar ese estribillo, la canción entera se me antojaba como la feliz rendición a un orden perfecto y desconocido, y añorado en orgulloso secreto; la sujeción y total entrega a aquella mujer que, con guisos de madre y postres de abuela, nos salva la existencia, nos sacude y libera de problemas. y eso encontraba en ella: redención y salvación.



***

viernes, 13 de enero de 2017

99

99


“Estoy cansado de ser soltero, no sirvo para eso. Obviamente, no puedes decirle a una mujer que acabas de conocer que la amas, pero… es horrible que no puedas (…). Creo que sería un excelente marido, para eso soy bueno, para hacerla reír, y ser un buen padre (…), besarla bien.”
Ted mosby, capítulo piloto de la serie how i meet your mother, luego de arruinar olímpicamente una excelente primera cita.



Navaja, o juan navaja –como tana suele llamarte, y es que le he hablado mucho de ti-, te escribo desde mi exilio, lugar a donde nos mandan a reflexionar a menudo nuestras musas siguiendo el genial diálogo del maestro yoda en el episodio iii: “fracasé hoy, al exilio ir debo”, bueno, lo mío es más grave, yo “la defequé hoy, al exilio ir debo”, y no sé si logre reunir el valor para salir de ahí, y es que la defequé, navaja, la defequé en cantidades industriales la noche del miércoles, pero ya habrá tiempo de contarte esa historia con sus cusqueñas negras en nuestro bar zela, y entre risas tristemente célebres, en otro momento, porque lo que motiva estas líneas es otra razón, another reason –como te diría misses latvia-; vengo a escribirte acerca de the killers, la banda de brandon flowers que invadió junto a nosotros el tay fu en plena noche de la dignidad puentepedrina, tal como te prometí.



Como te había venido contando, allá a inicios del 2008 conocí a una chica en mis clases de inglés, una chica a la que llamaremos, ahora y siempre, la maga, así, la maga, como la protagonista de rayuela y la musa de Cortázar. Ella era genial en muchos aspectos, y aprendí bastante de esta chica que en aquellos tiempos difíciles fue como una versión femenina y sexy –además y todavía- de gandalf el gris (aunque la maga era luminosa y blanca, jamás opaca u opacada), que apareció fugazmente en mi vida para mostrarme el camino y darme ápices de la sabiduría necesaria para recorrerlo. Ella, al igual que en el cuento de Bioy casares, me dijo un día: me gusta el azul, me gustan las uvas, me gusta el hielo, me gustan las rosas, me gustan los caballos blancos… y me gusta el rock en español –añadió-. Ella me abrió los oídos a mar de copas y los trece baladas, pero también dijo: de rock en inglés, a ver, sí, me gusta keane, pero prefiero a los strokes y a the killers. Yo estaba tan concentrado en otros aspectos de la maga que no presté atención a estas preferencias en inglés, lamento mucho eso, pero como dicen los sabios: las cosas llegan en el momento prudente, no antes, no después. A los strokes los escuché por ti, navaja, por ti  y por andreita, alias la ardillita, pero tendrían que pasar ocho años para que escuchara a the killers, y a pesar de que llevo años también sin verla, gracias a la maga. Y es que así son ciertas personas, ciertas deidades en forma de mujer, debería decir, que te siguen enseñando cosas a pesar de estar ausentes, y es que el amor no conoce de ausencias.




Era un domingo, un domingo nefasto en el que estaba medio ahueveado, con una melancolía no identificada. El día previo había ido con jeas y contigo a ver dr. Strange, y como recordarás, en aquellos días, estaba de novio con mary.
Aquel sábado mary me había ignorado olímpicamente todo el día, y si bien por la noche tuvimos una larga charla, no fue ni de cerca cariñosa. El domingo intenté de todo para sentirme bien, o ya, de forma conformista: intenté de todo para no pensar en ella, aunque sea; leer se me hacía imposible, no lograba concentrarme, así que hice ejercicio temprano, fui a la iglesia huyendo de mi diablo interior y participé de la eucaristía (sin saber que yo iba a ser el crucificado horas después), y hasta hice el mercado al mediodía... todo fue inútil. A eso de las cuatro y media de la tarde, aproximadamente, encendí la computadora, me senté frente al teclado con el deseo de escribir, pero padecí ante la maldición de la página en blanco, puse el spotify e intenté jugar algunas partidas de ajedrez on-line.
El spotify es casi como una red social pero musical: puedes tener seguidores (los cuales se contactan a través del omnisciente Facebook), enviar mensajes in box, y hasta visualizar y escuchar lo que tus contactos están o han escuchado. la maga es uno de esos contactos que tengo en el spotify, y ella estaba escuchando a los killers en ese momento desde el otro lado del monitor, la canción era human, y fue la primera que de ellos escuché, precisamente la misma canción que nos pusieron en el tay fu, así que le di play y quedé bastante satisfecho, la maga jamás me decepcionó antes y tampoco lo haría ahora que no está. A continuación te dejo el enlace:




tanto la letra como la melodía me parecieron de alto nivel, así que fui por más, y así llegué a una canción titulada read my mind. Cuando visualicé el vídeo me parecía que era otro el cantante, pero no por la voz, sino por la apariencia; flowers se recorta el cabello y se deja la barbilla y el bigote, muy buena letra también, y recordemos que yo ya andaba algo sentimental (sentimettal, como cantan los moderato, porque somos rockeros al fin y al cabo, y nosotros solo podemos ponernos sentimettales, y el aullido al caer es el aullido del lobo metálico, carajo y mierda).


y esa canción, read my mind, era como dirigido para mí aquel domingo de mierda, ya que durante la charla que tuvimos por la noche mary habría sido cruel con esa actitud pasivo agresiva y eso de de qué sirve estudiar en la san marcos si…, y la mediocridad y el conformismo, y los treinta y el fracaso, y el qué has hecho con todo eso, y yo quería decirle: ¿acaso puedes leerme la mente… y el futuro –dicho sea de paso?, ¿solo eso alcanzan a ver tus ojos de primavera? Y entonces empecé a tener miedo, no a perderla, nada de eso, sino a que pudiera tener razón, miedo al fracaso, a la inevitable caída.




Dices que quieres avanzar y
Dices que me estoy quedando atrás

¿Puedes leerme la mente?
¿Puedes leerme la mente?

Realmente nunca abandoné
El intentar salir de este pueblo de dos estrellas
Tuve la luz verde
Tuve una pequeña pelea
Voy a darle la vuelta a esto
(…)
Los buenos viejos tiempos, el hombre honesto
El corazón inquieto, la Tierra Prometida
Un beso sutil que nadie ve
Una muñeca rota y un gran trapecio

Oh bueno
No me importa si a ti no te importa
Porque yo no brillo si tu no brillas
Antes de irte
¿Puedes leerme la mente?




Tengo una gran duda en mi cabeza, pienso y trato de recordar: ¿desde cuándo tengo estos fantasmas? Porque los noto ahora que estoy solo, ahora que marialucia no está. ¿los tenía en aquel entonces y por eso se fue, o aparecieron a causa de que ella ya no está? Y lo cierto es que me cuesta mucho seguir sin ella por más que lo intento. Y bueno, en esas cavilaciones me encontraba, en mitad de mi catarsis, cuando llegó la siguiente canción:





for reasons unknown, aunque ahí escuché una versión en vivo un tanto más feeling. Esa canción se me antojaba como la síntesis de las nostalgias que llegan con los años y ese sentirnos viejos en plena juventud, esa sensación de que hemos perdido sensibilidad y hasta pedacitos de alma, corazón y vida en cada aventura vivida, esa melancolía por la inocencia perdida, o alguna huevada por el estilo. Y es en ese momento donde reapareció mary para devolverme a la realidad y crucificarme, y al ver que aún estaba vivo, clavarme una lanza en el costado, y todo eso desde el whatsapp, pérfidamente y a larga distancia; desde un whatsapp, navaja, desde el whatsapp del que siempre terminamos huyendo cuando la estrechez de corazón se nos vuelve irresistible, mi estimado cat vader. Y así llegaría mi última canción the killers del día, y la última canción que terminaría por dedicarle a mary, just another girl (“sólo una chica más”):





esta es una de mis grandes favoritas de esta banda, y la chica del vídeo, Dianna Agron, me pareció demasiado bonita, a pesar del bigote –o incluso, quizá, precisamente por eso, aunque suene muy gay confesarlo-. La revista rolling Stone habría indicado que brandon flowers suena perdidamente enamorado y melancólico, y así precisamente me sentía yo, totalmente identificado con la letra. El vídeo es genial: dianna agron representa a brandon flowers en todas sus facetas, desde los inicios de the killers, haciéndonos un recorrido por toda su trayectoria, recordándonos paisajes y movimientos de las otras canciones, con y sin vellosidad facial. ¡genial! Y para mí, mary era eso, solo y apenas una chica más en un mundo tan grande, no debería dejar que se me pegara tan duro en el corazón, que en un mundo tan grande, ella era solo una chica más, pero, entonces, ¿por qué no puedo dormir por la noche?, ¿y por qué había algo malo con la luna? Estaba totalmente cagado, navaja, meado por un hipopótamo, pero entonces, nivelándome e intercalando entre the killers y the strokes, logré ir superándolo de a pocos, paso a paso, pie por pie, hasta que un buen día sucedió que volví a encontrarme con tana y nos citamos por un café en el norte y, curiosamente, nuestro gusto por la banda de brandon flowers nos unió en complicidad y pudimos charlar por horas acerca de sus canciones, y creo que me pasó lo que no debía volver a pasar: me volví a enamorar, y es que los dioses son así de caprichosos con nosotros, lo que un día nos provoca nostalgia al otro nos conlleva a la felicidad, esa pequeña tregua a las hostilidades de la vida, pero como advierte bien Héctor, los dioses pueden sonreírnos durante el día y maldecirnos por la noche, pero eso es ya otra historia.





Epílogo primero
El miércoles en la noche tana me dijo que la canción que pondré a continuación es su favorita del repertorio de the killers, estábamos brindando con vino y sonó en radio doble nueve, percibí cierta nostalgia en sus ojos mientras la escuchábamos.




epílogo segundo
compramos el vino en una licorería cercana a su departamento, mi mochila estaba llena y, como ella llevaba un bolso grande, le dije que guardara la botella en su bolso, ella dijo: “eres el primer hombre que me hace guardar el licor en mi bolso”, y reímos y yo cantaba mientras le quitaba su bolso y la hacía bailar conmigo en la calle: two can be complete withouth the rest of the world  (“dos pueden estar completos sin el resto del mundo”).

miércoles, 28 de diciembre de 2016

andas dormida

y llego del trabajo hecho trapo, me preparo un 

café con fe, le doy play a nuestro peruano rafo de 

la cuba y te pienso desde la pantalla de la lap-top, 

y te pienso y te recuerdo y te pienso otra vez. 

envío al cuervo celeste con un tweet que aparenta 

ser disparado sin apuntar, pero que en confidencia 

lo envío en dirección a tu ventana llevándote una 

canción, porque no logro reunir el valor para volver 

a invitarte un café, uno más... ¿cuántos cafés 

necesito para alcanzarte? e igual que en la canción, 

tú andas dormida y a mí me gusta ver, mira qué 

bonita caes sin saber qué va a pasar después, pasar 

después.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

desde mi exilio

Querida y jamás odiada mary:



Te escribo, no desde mi celda –como diría vallejo-, sino desde mi exilio, esperando que esta señal de humo trascienda la distancia –como reza la canción de Daniel f que alguna vez te hice escuchar en nuestro lugar de siempre y nunca jamás-, confiando en que mi agente doble cero encuentre la cabeza de león en tu puerta y esta carta, así, pueda caer en tus manos; con la esperanza de que llegue a tiempo y de que tenga el valor, esta noche, de terminarla y ponerla a vuelo; con todo ello, así te escribo. Te escribo sin la certeza de que esto sea buena idea, con muchas dudas, pero sabiendo que no es por ese fetiche de tener la última palabra. quizá sea, como diría nuestro peruanísimo bryce Echenique, que uno escribe para que lo quieran más. Te escribo porque te extraño, o mejor dicho, porque me extraño a mí contigo, extraño a nosotros en la gran fruta comiendo panetones en septiembres infinitos, septiembres que superan ampliamente los 31 días calendarios, y porque ahora, ya absorbidos por diciembre, no se me antoja ni uno más; escribo porque el cariño no entiende de ausencias; porque siempre he querido ser un héroe, como los que aparecen en los cómics que mi papá me compraba de niño, y porque esos héroes siempre tenían -no digamos una novia, porque el cariño no siempre es recíproco, al menos no siempre en la misma escala- a alguien a quien querer, una dulcinea en alguna parte del globo, y porque a pesar de que me fui al exilio, es tan corto el amor y tan largo el olvido (como nos hacían recitar en las clases de literatura), porque es tan duro no tener un nombre que decirle al viento (hahaha, esa última me la copié de miguel bosé, y es que a veces recaigo en las baladitas, pero ya sabes, chitón, es el secreto mejor guardado de este rockero amigo tuyo).
Como bien sabes, luego de nuestra despedida, decidí irme al exilio para entrenar en huaraz; no trataré de ocultar que me fui algo dolido, decepcionado y melancólico, pero tampoco hay que hacer un drama; simplemente viajé con la intención de encontrarme conmigo mismo, de reinventarme y de resurgir de mis cenizas cual ave fénix (y uno de mis caballeros de bronce favoritos, además y todavía); imagino que también te debe haber pasado alguna vez algo parecido, momentos en los que necesitamos de la soledad, de detenernos para poder encontrar nuestro propio norte, porque, hablando de ello, dejé de ser el rey en el norte para convertirme en el rey que perdió el norte. Así que hice mi equipaje: metí libros, canciones, anécdotas, recuerdos y una que otra fotografía, porque a veces los buenos recuerdos pueden salvarnos la vida. 
Sabía de antemano que tú tenías razón aquella vez que intercambiamos visiones de vida, aquel sábado por teléfono; “¿de qué sirve haber estudiado en la mejor universidad si no se termina la carrera?” –habías disparado aquella noche-. Y claro que tenías razón, y yo solo argumentaba para no perder tan evidentemente, pero sabiendo que la caída era inevitable; el “aullido al caer” –me gusta llamarlo-, ese momento en el que tienes la clarividencia de saber que todo se va a la mierda, pero igual, te quedas ahí recibiendo la acribillada, porque no hay mayor nobleza que luchar por las causas perdidas. En mi defensa, lo único que puedo argumentar, es que a los 22 años parece fácil, pero ya luego, con los años y los otoños y los golpes en la vida que son tan fuertes, yo lo sé, te das cuenta que hay una enorme diferencia entre conocer el camino y recorrerlo, a veces es muy difícil, mi querida primavera, y precisamente recorrer ese camino es el que se me hace tan difícil. Pero ello no es culpa nuestra, tampoco de nuestro horóscopo, desde un inicio sabíamos que éramos opuestos -¿pero complementarios? Fue hermoso pensar ello-, y es, sobretodo, que me rehúso a ser parte del sistema, a ser una oveja más en el rebaño del buen postor, porque simplemente no puedo, así que decidí organizarme a mi modo, a la manera del lobo solitario, del alfa herido, del vikingo rockero, así que me fui, en bus oltursa, añadiré, porque si uno se va a la mierda, se va con estilo, porque para eso es que uno trabaja y ahorra tanto (carita feliz con anteojos oscuros).
Llegué a huaraz con los strokes en las orejas y tu sonrisa cascabel en la memoria y en las venas, y cierto ardor en la nariz producto del aire puro; arribé plan de ocho de la mañana, y en seguida a correr buscando un lugar donde alojarme, un lugar para convertirlo en mi cuartel general en áncash, que en quechua significa “azul”, y que es curiosamente apropiado porque azul en inglés es “blue”, y los gringos utilizan la palabra “blue” para señalar la nostalgia. Así llegué, y bastante famélico, además y todavía. Luego de instalarme, la posadera me dijo que si quería un buen desayuno debía visitar el mercado central, y al llegar me ofrecieron, como especialidad de la casa, jugo especial y trucha frita con yuca, y ya te darás cuenta que te veía en todas partes, incluso en mi desayuno. ¡tienes que probar la trucha! ¿ya la has probado? Hacerte comer trucha estaba en mi lista de “cosas que compartir con mary”, pero bueno, sé que te gustará aún sin mí.
Ese primer día no pude ya encontrar ni tour ni guía que me lleve a conocer los misterios de la ciudad y sus periferias, mas la posadera, al verme algo bajoneado, me dijo que, tomando un taxi, podía ir a visitar unas ruinas del imperio huari que no se encontraban tan lejos, cosa que usted se aclimata, joven. Debo haber puesto cara de extrema emoción ya que añadió: “no se le vaya a ocurrir saltar o correr, joven, debe dejar que su cuerpo se acostumbre a la altura, estamos superando los tres mil metros sobre el nivel del mar”. Como podrás imaginar, me tiré el abrigo en los hombros y bajé corriendo y saltando las escaleras (mi cuarto estaba en el tercer piso de un hotel llamado “sweet dreams”, como la canción de la dupla británica Eurythmics… sí, hasta para escoger alojamiento pienso en el rock. Sweet dreams, “dulces sueños” en español, así como solías despedirte). Y esta es la historia del presente, de la cerámica que tienes ahora entre tus manos. Ahí estaba yo, reencontrándome con nuestro pasado incaico, encarnando ese sentimiento de ser el cantor de américa, autóctono y salvaje, sabiendo desde el fondo de mi corazón y de mis pulmones que se llenaban de aire puro, que mi lira tiene un alma y mi canto, un ideal; fotografiando todo y lo mejor que podía, y sería tan genial poderte mandar una postal, una foto de lo que vi ahí, una radiografía de lo que sentí, haber podido prestarte mis ojos en ese momento. Y subí y subí, y mirando al infinito pensé: por fin estoy en un lugar desde el cual no puedo divisar ya la torre de claro. No debería correr tanto si es nuevo aquí, joven –me dijo un anciano ermitaño que salía de una de las viviendas de piedra que, hasta ese momento, solo las consideraba como parte del paisaje-. Me invitó a pasar y a tomar algo de té, le pregunté, disculpándome y todo, si no tenía cafecito, mejor (ya sabes que le he pegado duro al vicio). Y el ermitaño me cuenta que hace cerámicas, y a eso se dedica, a vender sus manualidades a los turistas. Le dije que yo no era un turista, sino un humilde viajero buscando la redención. No son caras, joven, además, no son para usted. ¿no son para mí? ¿entonces para quién son? Cuando uno viaja, joven, uno compra obsequios que representan el lugar que se ha visitado, pero no para uno mismo, sino para aquellos que uno quiere, es una forma de expresar: “estuve lejos, pero te llevaba conmigo”. Así que el viejo ermitaño resultó ser un buen vendedor, y salí de su casita con mi reliquia en la mochila, y si mi agente doble cero hace bien su trabajo, a estas alturas debes tener un vasito de huaraz, de las tierras del imperio huari, y una tacita de osito proveniente de Miraflores. No es que “haya tenido que”, sino que quise hacerlo, aquella vez con la tacita, y ahora con la cerámica, porque es como dijo el ermitaño de las montañas: en ese momento, con el cielo azul (y no el gris panza de burro que tenemos en lima) y el aire puro en mis pulmones, pensé en ti, y debido a nuestra actual circunstancia, es mi regalo, la única forma (¿firme y digna?) de desearte un feliz cumpleaños.
Retorné al hotel comiendo helado, la posadera me regañó, se va usted a enfermar, joven, comiendo helado con tanto frío. Yo le debo haber dicho algo como que soy el rey en el norte o que soy un guerrero vikingo, o ambas cosas, y debí hablarle de Guillermo I, el conquistador, primer rey de los vikingos, y le pedí las llaves, y ya en la cama, y luego de colgar las fotos de ese primer día de aventuras en la cuenta de instagram -para que en casa supieran que estaba vivo y para que vean, de una u otra forma, lo que yo vi-, desempaqué a stieg larsson, el libro que solía a leer mientras te esperaba luego del trabajo, y retomé la lectura. Por cierto, en huaraz terminé de leer a stieg larsson, la segunda parte de millenium, y en Trujillo empecé y terminé el libro que me obsequió mi padre, la herencia violenta, libro que resultó ser toda una revelación, muy buena obra, pero ya te hablaré tanto del libro como de mi viaje a Trujillo en otra oportunidad, porque ya es tarde y mis ojos ya se cierran en huelga de sueño. Dulces sueños, mary, sweet dreams (estrella y luna). 




Los días siguientes los dediqué a explorar a fondo el lugar: visité la ciudad cementerio de Yungay y escuché la historia del huayco y del terremoto de 1970, escuché la leyenda de las raspadillas que hacían con hielo extraído del mismísimo huascarán (algo bastante fantasioso; el huascarán, ese día, se me antojó inconquistable).fui a la laguna llanganuco y, a pesar del miedo que le tengo al agua (creo que de esto ya te hablé alguna vez), me lancé a abordar una canoa que se bamboleaba inestable, y hasta me senté en la punta, como seguramente Guillermo, el conquistador a bordo de su drakkar en los tiempos de los vikingos; el agua estaba helada, hacía frío y yo con miedo a ahogarme, pero extremadamente feliz. Solo cierra los ojos e imagínatelo: tú, en medio de la laguna, el agua celeste, como en las películas de el señor de los anillos, las montañas y los nevados bajo un cielo genial. Niño bravo canta: “cuando dios hizo el edén, pensó en américa”. ¡bastante acertado! Continué mi entrenamiento para culminarlo con un trekking de siete horas rumbo a la laguna 69 (el nombre se me hizo muy curioso, lo asocié ipso facto con la figura ancestral y legendaria del kamasutra). Muchas personas fueron cayendo en el camino; la altura, el sol, los ríos que uno debe atravesar y el escalar algunas colinas sujetándose de las rocas hacía que muchos aventureros desistieran de la prueba. El guía nos repartió bolsitas con hojas de coca para mascar en caso de no poder más, yo decidí reservarlas a guisa de semillas del ermitaño, cuando no pudiese más, y en cambio, me puse mis headphones y la banda sonora del señor de los anillos como para disfrutar mejor el viaje (carita feliz por siempre rockera). Me retrasaba un tanto ya que mi compañera de viaje estaba un tantito subida de peso y le costaba continuar, pero eso no restaba, porque solo uno avanza más rápido, pero acompañado se llega más lejos (ese era nuestro mantra en esos momentos).mi compañera viajaba para olvidar, prácticamente se iba al exilio también, y cuando ya no podía dar un paso más yo la ayudaba y le hacía platicar sobre el tema (más que nada para mantenerla despierta, para que no se me vaya a desmayar). Le hablé del amor como concepto libre, la invité a mirar a su alrededor, y le cité a jane austen: “¿qué es el hombre comparado con las rocas y las montañas?” y algo imprudente de mi parte, la ayudé a conquistar una cumbre, a ver todo lo que habíamos recorrido, a que visualice cómo caía agua pura y cristalina desde la punta de los nevados en descongelamiento, y ahí le dije: gritemos, a todo pulmón, ¡qué es el hombre comparado con las rocas y las montañas!, ¡qué es el hombre comparado con las rocas y las montañas!, ¡yo soy un espíritu sin nombre, indefinida esencia, que vive con la vida sin formas de la idea!, y la defequé con el ¡ojo de tigre, Alexandra, ojo de tigre!, a lo rocky balboa. Y luego aproveché para mascar un poco de las hojas de coca, estaba muerto y mi cuerpo ya no podía más, pero venga, guille, la voluntad es más fuerte y es a prueba de montañas. Y entonces, de la mano, continuamos con nuestra subida de siete horas, aunque en ese momento recién íbamos por las primeras dos horas, como mucho.
Faltando poco por llegar a la cima, cuando ya las montañas marrones daban paso a las de color blanco, y cuando, a pesar del cansancio y el sudor, el aire era tan helado que atravesaba el pecho, y cuando el guía gritó, pónganse sus casacas, caballeros, lo más bravo va a empezar (y todos con cara de “¿es en serio?, ¡recién va a empezar, sádico infeliz!”), decidí meterle turbo. Ve subiendo despacio, Alexandrita, me voy a adelantar a territorio empinado para ver cuánto más falta (tropecé y caí como siete veces para la burla de todos los que me veían en actitud rebelde y heroica). Y ahí estaba yo, manteniéndome en pie por orgullo, y eso no solo se aplicaba al cansancio, sino que era un reflejo de mi vida misma: luego de tantos golpes, no sé cómo me mantengo en pie –pensé melodramáticamente-. Pensé en mis héroes: bruce Wayne (batman), matt murdock (daredevil), Oliver queen (Green arrow), lamont cranston (the shadow), ¿se habrán sentido igual alguna vez, a sus 27 años, en las montañas, en medio de sus entrenamientos? ¿se habrán sentido solos y perdidos, sin brújula, sin norte, así como yo ahora? Y en esas cavilaciones me encontraba sumergido cuando vi a una chica, felina, de traje negro con amarillo, como uma thurman en kill bill pero en colores invertidos, con anteojos oscuros, un lazo amarillo en la cabeza y una cámara fotográfica profesional colgando de su cuello, subiendo a toda velocidad en mi dirección. Y le dije algo como señorita, su resistencia es indolente e indiferente a mi cansancio, y sonreí lo mejor que pude. Ni siquiera en las montañas una se salva de los hombres lobo –respondió-. Hahaha. Nunca es fácil dar el primer paso, ¿no? “hombre lobo” suena un tanto agresivo, ¿no le parece, señorita?, “licántropo” es un término más refinado. Logré que sonriera. Utilizas eufemismos, ¿eres abogado quizá? Y bueno, no puedo mentir, tú sabes, o, en todo caso, miento pero no engaño a nadie, así que le dije: casi abogado, pero san marquino de corazón completo. Y así logré conseguir su teléfono y una cita para el día siguiente, ella me dijo: hay un bar llamado “los 13 búhos”, está en el medio de la ciudad y es uno de mis sitios favoritos en huaraz, ahí se reúnen los verdaderos vikingos alemanes, todo barbones, a contar sus historias escalando montañas. Yo le dije que, si gustaba, podía dejarme crecer… no la barba, suena agresivo, digámosle, el vello facial. Y ella rió y así quedamos. 
Y, bueno, mi querida mary, he de dejarte porque debo salir a mi próxima misión. Te escribo a mi retorno. 



kinbaku

Yo miento pero no engaño a nadie, y el pecado no es mentir sino engañar. Hahaha siempre suelo decir eso tratando de hacerme el gracioso, pero la verdad es que alguna vez te mentí, querida mary, lo siento, pero recuerda que nunca negué mi naturaleza de lobito feroz. Cometí, un día, el error de enviarte una fotografía de mi almuerzo con ohashis (palillos chinos) en el plato, tú comentaste algo como: “jajaja, ¿comes con palitos chinos?”, y entonces te dije que comía con ohashis para darle la contra a mi padre, que se enamoró de una china y abandonó el nidito familiar. eso era cierto, lo que no era tan cierto es que lo hacía por contrariar a mi viejo.
¿alguna vez te comenté que tuve una novia japonesa? Bueno, fue mi única relación larga, la única que superó el primer mes (tengo mi maldición de los 30 días: siempre que formalizo alguna relación, esta se acaba antes de cumplirse el primer mes), y estando con ella aprendí muchos trucos orientales propios de los nihonjin (japoneses), tales como comer con ohashis y en owan (plato hondo), algunas palabras importantes, costumbres, aprendí de animes y rock japonés, técnicas de meditación  y sí, algunos movimientos de artes marciales, karate y ninjitsu (carita feliz de equis de)… ya te imaginarás que no era buena idea hacerla enfadar.
Los japoneses tienen algunos términos que no son perfectamente traducibles al castellano porque la idea en sí, el concepto, a nosotros no se nos ocurrió al realizar nuestro diccionario de la real academia española de la lengua, y son bastante curiosos, uno de ellos es “kinbaku”. El kinbaku es un arte consistente en atar a una persona de forma tal que se conserve la estética, la dignidad del prisionero, a través de los nudos realizados, y que, al mismo tiempo, efectúe cierta presión en puntos estratégicos de la anatomía humana para restar la energía que éste pueda invocar, haciendo prácticamente imposible el liberarse. Es una técnica que solo empleaban y podía ser aprendida por maestros samuráis. Te menciono esto porque, de cierta forma, eres como mi kinbaku; emocionalmente me encuentro bastante ligado a ti, a pesar de la distancia y la ausencia. Quizá ello explique todas estas líneas. Soy consciente que todo se fue a la mierda entre nosotros, pero me rehuso a convertirnos en –como canta el señor sanz-: dos extraños que se van sin más como, dos extraños más que van quedándose detrás. Y la canción es bastante acertada. 



Volvamos. Al día siguiente Alexandrita se enfadó conmigo al enterarse que me iría a encontrar con la tour guide. Con la dirección del bar de los trece búhos en mano, y con el google maps en la otra, emprendí el camino hacia donde ella se hospedaba: el ebony hotel.
Como ya debes haberte dado cuenta, soy mucho de tomar fotografías a los paisajes que visito, estos suelo colgarlos en una cuenta de instagram con la dirección @zapatosvagos  (o instagram.com/zapatosvagos ), si por ahí te animas podrás echarle un vistazo a los caminos recorridos, y a los exteriores de “los 13 búhos”.
Recorrimos el jirón José Olaya, el cual es legendario por haber sido la única calle que se mantuvo en pie luego del terremoto del 70, así que es la parte de áncash que mejor dibuja a lo que fue en aquella época. Raquel Ramírez, que es el nombre de la tour guide, me explicó que las raspadillas legendarias no son las que ofrecen en Yungay, sino unas que se vendían en el centro de la ciudad, las cuales eran preparadas con una leche especial; cuando llegamos pude ver que había gente, de todas las razas, como diría Arguedas, haciendo cola bajo el sol inca, aguardando a por su raspadilla, ¡valían la pena! Fuimos a por unos helados artesanales que también son famosos en la zona, pregunté por el helado de panetón y los parroquianos me sometieron a un callejón oscuro por preguntar, pero tenía que hacerlo. Mary, si aún no has ido a probarlos, ve pronto, de lo contrario tendrás que esperar hasta el próximo diciembre.
Por fin llegamos a “los 13 búhos”, lleno de vikingos barbones montaraces. Pedimos dos súper hamburguesas, “royale with cheese” -como dice John travolta en pulp fiction al iniciar el filme- y una botella de cerveza artesanal negra con coca lucho’s beers (sí, cerveza negra de coca, no te estoy floreando, capricornio, todo lo que digo está documentado y es perfectamente googleable –valga el adjetivo-), botella que luego se convirtió en dos, tres y hasta cuatro.
Estando ahí solo me concentraba en contar mis mejores historias, pero al parecer, Raquel Ramírez, la tour guide, tenía el poder de leer los espíritus, o era eso o fue la cerveza artesanal negra de coca, pero me sorprendió cuando, a quemarropa, me preguntó ¿por qué no has terminado la carrera, Guillermo?, ¿por qué renunciaste a tu trabajo?, ¿cuál es tu plan a largo plazo? Y ahí estaba yo, siendo acribillado, además de mi sorpresa, por las preguntas que me hacía, que eran exactamente las mismas que yo me planteaba todos los días frente al espejo.
- Espera –sonreí y le di un sorbo a mi bebida para ganar tiempo-. Uno: ¿cómo sabes todo eso?, dos: esto parece el interrogatorio que me hacen en una entrevista laboral para un puesto para el cual no he enviado mi CV.
- Estás desorientado, Guillermo, todos los que caen en los 13 búhos, de cierta forma, lo están. ¿por qué estás tan lejos de casa?
Y eso empezó a transformarse en esa clase de historias en donde el protagonista, confundido, abandona su hogar en búsqueda de su destino, buscando redención y, perdido, en las montañas, encuentra a un viejo y sabio maestro quien le muestra el camino de la luz.
Ella estaba al tanto de mis demonios internos, sabía que no era un turista más, o un viajero, sino un exiliado, alguien quien fracasó e, igual que el maestro yoda tras caer contra darth sidius, decidió que lo mejor era irse al exilio, dejar atrás el cuartel general (serviefectivo y la gran fruta), el consejo jedi (los pokéamigos), y la familia (lennon, el perro, y lord nieve, el gato). A esas alturas, dándome cuenta que mi armadura de chico rockero despreocupado y rebelde había caído, decidí ser brutalmente honesto con aquella maestra desconocida que ya conocía mucho de mí, y en ese momento, lo juro por el dios de los incas o por cualquier otro, que empezó a escucharse la voz de Edith piaf cantando la vie en rose (la vida en rosa), y brindé a tu salud.
Así empezó mi entrenamiento en aquel templo llamado “los 13 búhos”, en huaraz, con unas clases básicas de patadas al estilo jiu-jitsu… sí, la tour guide sabía jiu-jitsu, y ahí estaba yo nuevamente aprendiendo la lección básica: no subestimar a ninguna mujer, sobretodo si es bajita. Anécdota: una vez ayllón desairó los conocimeintos de karate de una chica a la que nosotros conocemos como la gata punk, y su castigo fue físico e inmediato, fue derribado y la humillación, perpetua e inolvidable (juan y yo siempre nos encargamos de eso último). Me dijo que jamás sería feliz si no enfrentaba mi pasado y volvía a san marcos, que debía dejar de huir, que debía retornar, como simba en el rey león: “recuerda quién eres”. ¿por qué decidiste ser abogado, Guillermo? Y ahí viene mi respuesta sincera e infantil, pero sincera, subrayemos eso: me inspiré en matt murdock, el abogado ciego de hell’s kitchen, daredevil. Matt no tiene mucho dinero, a pesar de ser un buen abogado, y eso se debe a que él consagra sus conocimientos para ayudar a la gente humilde de su barrio, muchas veces le pagan con comestibles y no con dinero en efectivo, pero él es feliz ayudando al prójimo. Quise ser como él así que postulé a san marcos para ser un abogado defensor. 
- ¿y cómo es que te ganas la vida?
- Creí que eso ya lo sabías, Raquel –dije, ganando tiempo para ver si podía maquillar mi respuesta.
- Tienes que decirlo para que te des cuenta.
- Me gano la vida ayudando a las entidades financieras a aplastar a la gente pobre que cae en deuda con ellos. Ellos se endeudan, yo los encuentro y los asusto con amenazas legales para recuperar el dinero de los bancos.
- ¿qué hacías antes de ingresar a san marcos?
- Iba a la iglesia.
- ¿tú? –preguntó divertida Raquel, mientras se reía de mí- ¿y qué hacías ahí? 
- Me gustaba ayudar a las personas, íbamos a predicar en los colegios estatales, participábamos en chocolatadas navideñas para los niños pobres, ayudábamos a adolescentes confundidos a encontrar un buen camino.
- ¿y por qué abandonaste?
- Porque tengo cierto talento para arruinar las pocas cosas buenas que me ocurren –y trataba de seguir sonriendo mientras tomaba mi bebida-.
Hay ciertas palabras que, pronunciadas en el orden correcto, tienen cierto efecto mágico, como hacerte merecedor de un buen beso en la altura y con aire puro. Ya sabes lo que tienes que hacer entonces, campeón –me dijo mientras jugueteaba con mi cabello, que todavía no estaba tan largo, guille, pero que pronto debía ir al peluquero-, por eso has venido hasta aquí. Si no terminas la carrera, te sentirás siempre incompleto y no serás feliz. Está bien, linda, lo he pillado, pero no pienso cortarme mi cabello, lo quiero largo como Julián Casablancas, el vocalista de los strokes.
Llegué a sweet dreams luego de dejar a Raquel en su hotel, tuve que llegar llevándole comida chifa a Alexandrita para que me disculpase por haberla abandonado todo el día, eso y una botella de vino (que, finalmente, se negó a beber conmigo). Aquel día terminé de leer a stieg larsson y empecé a escribirte mary, escribirte, entre tantas otras cosas, que empezaba a encontrar mi norte, no con la esperanza o la ilusión de que me respondas o que hagas algo, sino para que lo sepas, quería comentártelo. 




jueves, 10 de noviembre de 2016

la última peinada



All of my friends say I should move on
She's just another girl, don't let her stick it to your heart so hard
And of all my friends say it wasn't meant to be
And it's a great big world, she's just another girl

Just another girl – the killers *



He vuelto a san isidro, luego de seis días, que vendría a ser el mismo tiempo que llevo sin verte… ¡y pareciera más! Definitivamente el tiempo no corre igual en el norte y en el sur.

Hahaha

Perdóname por ponerme tan solemne y dramático, sucede que desinstalé al omnisciente Facebook del móvil y le puse el bloc de notas para poder escribir siempre, en estos precisos momentos lo estoy estrenando, y digámoslo sin rodeos, no se me antoja, hoy por hoy, un mejor receptor que tú.

Colombia está jugando su pase al mundial de fútbol contra su similar de chile, llego y luchito me recibe, me cuenta que no tienen luz (energía eléctrica), que todos están en plan hache -como siempre- comenta y se ríe, que están a oscuras; le respondo que yo también. Mi voz tiene ese poder de atravesar paredes, los chicos me oyen y salen a abrazarme, como a un héroe, como a un campeón; Sharon me olfatea, a ella siempre le gusta olerme el cuello, felizmente para nosotros su novio, freddy, no es celoso.

Les llevé chocolates princesa a todas las chicas de serviefectivo, las chicas me vuelven a abrazar, por detalles así me gané el legendario apodo de lobito feroz (carita feliz, carita picarona, pervertida, de esas que tú confundes con sarcasmo y con la que haces caer en feliz error a tus fans). Lo lamento, jefa, será la última vez que le alboroto a las chicas en la oficina. pero la jefa no está nada contenta, me llama a su oficina, ella se adelanta. Me quito la cazadora, los headphones, dejo la mochila y voy a que me peinen, también por última vez.

Mi jefa es genial, como toda capricornio, pero su desconfianza, enojo y excesivo pragmatismo la vuelven injusta. Me dice que no le gusta la forma en cómo se acaba esto, yo me disculpo sinceramente, le digo que cuando algo acaba siempre termina mal, caso contrario nunca terminaría. Le cuento que no estoy bien, que ando algo deprimido, que keiko Fujimori ha dicho que la depresión es para los perdedores, que si es así, posiblemente yo sea el más grande de los perdedores ahora. Ella no siente compasión ante mis palabras, quiere destruirme, me dice: “en campo siempre cerramos los meses con 27,000 soles de recuperación; tú, en quince días, recuperaste 38,000 soles, fuiste muy bueno, pero como no terminaste el mes, no te pagaremos ni un sol de comisión”. Le respondo que lo que más me interesa es que me disculpe, que fue siempre muy amable conmigo, que estoy muy agradecido con ella, que yo no trabajo motivado por el dinero, sino por el amor, a mi trabajo, a mi familia, y a las personas que quiero, que ya no me interesan las comisiones. Ella continúa disparando, dice que si le piden referencias mías dirá que no soy recomendable. En ese momento caigo en cuenta que solo quiere lastimarme, pero ya a estas alturas soy un tanto insensible a más sufrimiento. Ella dice que aún no le envían el dinero desde Colombia, que espere afuera de su oficina.

Así es como se va el alfa de mi jefa, el campeón de serviefectivo, sin un gracias, olvidando más de 12 meses de lealtad por un mal día. Salgo y Sharon se vuelve a acercar y me dedica una coqueta sonrisa de complicidad, me pregunta cómo me va contigo, me pregunta cómo estamos, cómo estás tú. Me pongo los ray-ban oscuros en los ojos, le subo el volumen a the killers (ya no tengo fuerza para poner a los strokes), esbozo una de mis clásicas sonrisas fáciles y baratas, y le respondo que muy bien, que nos va muy bien, y acercándome, le pregunto al oído si sigo oliendo muy bien, y ella se lanza como una vampireza a mi cuello nuevamente.

Mientras espero por mi liquidación entro en el comedor, desde luego, ya me conoces, soy un impenitente nostálgico; no pude irme sin antes introducir unas monedas en la máquina de café, en aquella tragamoneda donde te hablé por primera vez, y con un poco de cafeína en la lengua, y con los ojos cerrados, pude verte sonreír otra vez, mientras que en los headphones, the killers me cantan que siguiera adelante, que no dejara que te me pegues tan fuerte al corazón, que no estaba destinado a ser, y que en un mundo tan grande, tú eres solo una chica más.


p.s. no sabes lo triste que es estar con tus mejores amigos en un bar viendo el puto partido de perú, uno en el que la selección hace historia y le marca cuatro goles a paraguay en su estadio, y verte en línea y no poder escribirte ni un jodido mensaje, no poder compartir la alegría contigo en ese momento porque ni siquiera hay alegría alguna que compartir. no poder dormir por las noches, no porque empieces ya a olvidarme, sino porque yo no logro olvidarme de ti.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Mensajes subliminales

Esto comenzó cuando yo tenía apenas unos quince años de edad.

Asistía por ese entonces a una iglesia evangélica cuyo nombre reservaré a fin de no proporcionarle una propaganda inmerecidamente. Las personas que han asistido a una de estas iglesias como que pueden recrear en su mente el panorama, para los que no, del mismo modo, creo que no es muy difícil imaginar una reunión de personas cuyo único propósito es estudiar los misterios bíblicos y compartir el mensaje de salvación. Yo asistía a las charlas de la Red de Adolescentes, en un inicio por petición expresa de mi madre, ya luego por iniciativa propia ya que nuestro líder espiritual, el Hermano David, era un sujeto bastante divertido y amable, siempre tenía las palabras  y metáforas adecuadas para poder enseñarnos las lecciones cristianas. 

Fue en esos salones donde escuché por primera vez mencionarse el tema: los mensajes subliminales. ¿Qué eran, dónde estaban? Estos eran mensajes indirectos transmitidos en masa a través de videos, a través de alguna imagen, o por medio de la música. Este mensaje va directo al subconsciente, quedándose grabado en lo más íntimo y profundo de nuestro ser. A continuación, la palabra de la omnisciente Wikipedia:

«Un mensaje subliminal es un mensaje o señal diseñada para pasar por debajo (sub) de los límites (liminal) normales de percepción. Puede ser por ejemplo un mensaje en una canción, inaudible para la mente consciente pero audible para la mente inconsciente o profunda; puede ser también una imagen transmitida de un modo tan breve (como la décima parte de un segundo) que pase desapercibida por la mente consciente pero, aun así, percibida inconscientemente; o sea, que una persona puede no percibir el mensaje en forma consciente, pero su subconsciente sí. Los mensajes subliminales pueden ser desde simples propagandas para inducir a consumir un producto, hasta mensajes que pueden cambiar la actitud de una persona. Cabe destacar que un consenso casi total entre psicólogos e investigadores llegó a la conclusión de que los mensajes subliminales no producen un efecto poderoso ni duradero en el comportamiento a no ser que estos estén presentes en la vida de las personas de forma excesiva.»

En una primera sesión se nos habló acerca de los mensajes subliminales a través de la música; éstos podían encontrarse en los principales temas de algunos cantantes de moda -de aquel entonces-, dígase la ahora señora Shakira, el señor Chayanne, entre otros; así como también a través de algunos openings de nuestros programas favoritos; Pokémon, para dar un ejemplo. Según el hermano David, si lo escuchábamos al revés podríamos darnos cuenta de un mensaje diabólico en las letras; es más, hasta una base bíblica tenía todo esto pues Lucifer era -según el mito cristiano-, antes de ser desterrado, el encargado de dirigir la adoración a Dios Todopoderoso allá en el Cielo (por lo que ahora, en la Tierra, utiliza sus artes para manipularnos a través de su música). Pero véanlo y escúchenlo ustedes mismos:












A esa edad somos impresionados fácilmente. Es más, me pareció una jugada bastante interesante: predicar indirectamente no hablando de Dios, sino de su Némesis. Algo muy parecido a lo que se hacía en la Edad Media: transmitir cierto miedo hacia el infierno y, por ende, acercar así a los fieles al camino de la fe. ¿Mas esto era posible? ¿Impregnar una idea, un mensaje luciferino en las adolescentes mentes a través de canciones que, escuchadas de atrás a adelante -como los cangrejos- nos predican el satanismo?

Con la intriga encima, mi hermano (que por aquel entonces habrá tenido unos once años) y yo, decidimos verificar la información. Descargando un programa de internet que permitía invertir el sonido de cualquier audio nos dimos cuenta de que estaban en lo cierto... bueno, a medias. Y nuestro descubrimiento fue algo parecido al del científico del siguiente video (algo muy cómico):




Desde luego, no hay ningún mensaje subliminal en la música (al menos en el aspecto analizado) de Chayanne o de Shakira. Lo que se crea es una suerte de ilusión auditiva; en otros términos: si quieres escuchar mensajes extraños, los vas a hallar, pero no es un plan determinado, no es una composición preestablecida para robarte tu alma sino tu propia asociación de sonidos desordenados. Además y todavía, tu mente no puede decodificar este mensaje. En tal sentido, si se desea lograr este efecto, debe hacerse a través de la melodía o con un mensaje directo.

Todo esto ocurrió en el año dos mil tres (dos años después del atentado del once de septiembre). Habíamos dejado el temor a Chayanne y a Chuckyra, y en nuestra rebeldía adolescente desmentimos objetivamente al hermano David con nuestros descubrimientos. Sin embargo algo llamó nuestra atención: al ahondar sobre el tema de la manipulación mental a través de la música vimos, en repetidas ocasiones estas etiquetas: Illuminati, conspiración, Operación MK Ultra, etc.


Esta historia continuará...

sábado, 29 de junio de 2013

El Yugi proveerá


«Éramos muy pobres y muy felices»
- París era una fiesta; Ernest Hemingway*


Llovía y mucho en la ciudad de Lima. Parecía que Dios se había propuesto lanzar otro diluvio universal. Claro, eso puede decir un limeño que está acostumbrado a leves garúas. Yo soy un limeño, y dadas las circunstancias, y el frío que hacía, me pareció un diluvio, además de universal.

Mi situación económica era tan fría como ese invierno, que, como aquella cancioncita de Los Prisioneros, yo recordaba haber dicho que sería menos frío que el anterior, y ahí estaba yo, caminando bajo la lluvia, congelándome, tanto corporal como económicamente hablando. Recordé el invierno anterior: por esas fechas, redujeron mis días de trabajo y, con ende, mi sueldo mensual en el colegio donde dictaba clases de Literatura. Mi mantra, que durante mi tiempo de gloria dineraria había sido: «Lo mejor para mi chica», tristemente se había convertido en: «Dios proveerá». Este invierno era más crudo que el anterior y no me quedaba de otra que acoger aquella exclamación de fe y de última esperanza del año anterior.


Habíamos acordado, mi enamorada y yo, abusar de la hospitalidad de un amigo nuestro que tenía un local de venta de cartas Yu-Gi-Oh!, juego que nos ha brindado más de una sonrisa y más de un amigo. Pensé: «Podremos divertirnos toda la tarde y sin gastar mucho dinero», y entonces ahí iba yo, caminando en el frío, bajo la lluvia, encapuchado, escuchando Oxígeno en mis audífonos y con menos de diez soles en el bolsillo, con un agujero en una de mis zapatillas vagabundas y temiendo contraer una pulmonía y morir en medio del camino, cuando de pronto levanto la mirada y veo a mi linda y pobre novia mojándose, esperándome. Alejandro ha salido y no hay atención en su local. ¡Ay, pobre de mí!

-          ¿Qué hacemos ahora, mi amor, a dónde vamos?
-          No hay de otra, cariño, vámonos a Miraflores en algún arca de Noé o nos ahogaremos en el diluvio.

Llevándonos diferentes cartas Yugi, de todos los arquetipos en mi fólder, para volver a poblar la tierra postdiluvio, nos subimos a un bus con destino a Miraflores. Aquel distrito elegante y algo pituco que muy hospitalariamente nos acogió en mis tiempos de riqueza.

 ¡Qué iluso fui al creer que al bajar del bus la lluvia habría cesado: si el diluvio duró 40 días y 40 noches! Mi pie empezaba a secarse cuando al bajar nuevamente quedó empapado. El plan de supervivencia era encontrar un techo y tomar algo caliente, el parque Kennedy ya no era ningún cobijo. Para ello necesitaba dinero (el cual ya no había mucho en mi bolsillo), y para tener dinero, apremiaba un cajero automático para retirar lo último de mis ahorros. Y buscando un cajero andábamos cuando se me ocurrió: Cariño, vamos un rato a Cantuarias, nos sentamos, jugamos un rato, dejamos el fólder a la vista, vendemos algunas cartas con la ayuda de Dios, y nos vamos a comer luego. La idea fue bien aceptada; hay que decir que mi señorita enamorada tiene una fe inmensa en este pobre muchacho al que ama mucho pero que le resutó medio irresponsable, y hasta irresponsable y medio, pero que la adora un mogollón. Dicho y hecho:  entramos con escasos cinco soles, nos sentamos, dejamos el fólder, como cual anzuelo, sobre la mesa, y nos pusimos a jugar con un techo sobre nosotros. Uno a uno vinieron los peces: ¿Vendes cartas? ¿A cuánto vendes tus Ophions? ¿A cuánto tu Dark Hole? ¿Rescue Rabbit? Hasta que en una de esas vino el cliente: ¿A cuánto vendes tu Emeral? Sesenta y cinco soles, amigo. Y entonces obtuve los primeros billetes del día. Vendí un par de cartas más y entonces, sin hacer mucho, en menos de dos horas, tenía para un lonche y para un par de zapatillas nuevas. Mi única inversión fue haber pagado mi inscripción en un torneo hace unas semanas atrás y, claro está, haber ganado aquel torneo de Yu-Gi-Oh! Pensé entonces que, de una u otra forma, Dios siempre provee, en este caso, el Yugi me aportó, Grapha e Hyperion nos proveyeron, o como diría el encargado de la tienda de Cantuarias: «Es la retribución de las cartas, mi amigo». Es cierto, quizá para mí el Yugi no sea un negocio que mantendrá a mi familia y a mí, pero sí es un pequeño aporte para sus jugadores, y en este caso, una carta, un Emeral, me dio de comer aquella tarde y un par de zapatillas nuevas.