domingo, 5 de febrero de 2012

La fiesta del Chivo

Antes de escribir la presente reseña (por supuesto, después de leer la novela) me puse a investigar un poco en aquella fuente inagotable de cultura y saber: la wikipedia, para poder determinar qué tanto había de cierto en la espeluznante historia que Mario Vargas Llosa nos relata en su libro. Lamentablemente, la mayoría de los datos son ciertos. Nuevamente, la realidad superó a la ficción. 

Hablar de Vargas Llosa, para los que gustamos de la Literatura, es elevar el deleite a un nuevo nivel. Como explicaba alguna vez: uno dice que un libro es bueno cuando la historia que relata es interesante y cuando la narración de la misma (la manera en cómo se cuenta la historia) es elegante y gustosa. Sin embargo, una buena trama y una excelente redacción no lo son todo en la Literatura, y eso lo podemos apreciar al leer alguna vez al Premio Nobel peruano.

Siempre que hablo del Nobel, nunca sé si «premio» lo debo escribir con letra inicial mayúscula y si es que debo o no tildar la «O». 

Vargas Llosa y sus técnicas literarias: sus monólogos interiores, sus exquisitos flashback, su dato escondido, sus juegos temporales, los recuerdos y los sueños de sus personajes, y, en fin, toda esa amalgama de talentos que pone a disposición de sus novelas -en este caso, una inspirada en la triste realidad de la República Dominicana, allá durante la dictadura trujillista- enriquecen a tal punto su obra que, por más larga que sea (mi edición Alfaguara es de 518 páginas), el cansancio jamás se hace presente, mientras que una extraña adicción hacia la lectura toma su lugar.


«Rafael Leónidas Trujillo Molina (24 de octubre de 1891 - 30 de mayo de 1961) fue un militar y político dominicano. Dictador del país como generalísimo del ejército, gobernó desde 1930 hasta su asesinato en 1961.1 Ejerció la presidencia de la República Dominicana entre los periodos 1930-1938 y 1942-1952 y gobernó de forma indirecta durante los periodos 1938-1942 y 1952-1961, valiéndose de presidentes títeres.
Conocido como "El Jefe", su tiranía2 históricamente conocida como la Era de Trujillo es considerada una de las más sangrientas del siglo XX.3 Estuvo caracterizada por el anticomunismo, la represión de toda oposición y por el culto a la personalidad. Sus defensores destacan como aspectos positivos del régimen la restauración del orden público y el progreso económico del país.

«Trujillo decidió el genocidio de miles de haitianos que vivían en la zona fronteriza y luego acordó con el presidente haitiano Sténio Vincent indemnizarlo por cada haitiano asesinado. Más de 30.000 personas perdieron la vida y otros tantos se exiliaron durante su gestión, en la que fueron asesinadas las hermanas Mirabal.

«Trujillo prestó especial atención a mejorar las Fuerzas Armadas. El personal militar recibió generosa paga y beneficios bajo su gobierno y amplió sus filas, así como los inventarios de equipo. Trujillo mantuvo el control sobre el cuerpo de oficiales a través del miedo, el clientelismo y la frecuente rotación de tareas, que inhibió el desarrollo de sus seguidores personales.

«El establecimiento del monopolio del Estado sobre todas las empresas importantes en el país trajo riquezas a través de la manipulación de los precios y malversación de fondos de Trujillo.

«Durante 31 años, todos los estamentos del Estado funcionaban sin ninguna "violación". Toda tortura o condena era borrada, negada. Una muerte era encubierta en un accidente o sus supuestos autores encarcelados.»




La historia -como ya es costumbre en Vargas Llosa- viene narrada desde tres perspectivas. La primera, desde los recuerdos que invaden a Urania Cabral a su regreso a Santo Domingo, después de haber jurado no volver a pisar esa maldita ciudad. La segunda perspectiva nos muestra el último día de vida de Leónidas Trujillo, sumergiéndonos en sus costumbres, su actividad diaria y sus pensamientos. La tercera y la que más me impactó es algo ya más compleja. Ahí se nos relata los instantes previos al asesinato de Trujillo, ahí el tiempo se dilata y las horas abarcan más de sesenta minutos, mientras que un grupo de conspiradores (los personajes secundarios que enriquecen tanto el drama hasta conseguir que viviésemos, emocionadamente, a través de ellos lo que ocurre), con diferentes ideologías pero con algo en común: la tragedia en la que sus vidas se convirtieron a la sombra de Trujillo; recuerdan cómo eran antes de la dictadura y cómo han llegado a parar ahí, dentro de ese auto, armados, ansiosos, esperando a por el momento de poner fin a la vida del Chivo, y a la dictadura con ella. 


La fiesta del Chivo, así como muchas otras novelas de Vargas Llosa, es un tesoro más de la literatura universal, un clásico moderno (para que después no se diga que uno lee más a los muertos que a los vivos).




Como casi siempre, hay una película detrás de cada buen libro. Este no es la excepción:


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