martes, 6 de diciembre de 2011

El bebé de Rosemary

Me ocurre esto: cuando googleo El bebé de Rosemary, el buscador me vota mil y un opciones referentes a la adaptación cinematográfica de Roman Polansky, que yo hasta el momento no la he visto pero tengo interés y ya la disfrutaré, quizá, el domingo. Después de haber leído el libro mi veredicto es el siguiente: tienen que leerlo.

El bebé de Rosemary, escrito por el estadounidense Ira Levin, más que ser una novela de terror, es de suspenso terrorífico. Narra la historia de un matrimonio joven, tierno y soñador; el de Rosemary y Guy Woodhouse, que por insistencia de la alegre y romántica esposa inician los tratos pertinentes a fin de hacerse con un departamento en la casa Bramford, inmueble al que ya han destinado como su nido de amor, donde ambicionan emprender la noble y sana tarea de tener hijos (3) y encarnar a la familia feliz. Una vez cerrado el contrato de alquiler por dos años, entablan una curiosa conversación con un viejo amigo de Rosemary, Hutch, quien después de haber realizado una minuciosa investigación a la casa Bramford, intenta por todos los argumentos válidos persuadirlos de habitarla. Así, les va enumerando una a una todas las tragedias que ahí se han dado además de los pintorezcos habitantes que ha albergado: caníbales, brujos, satanistas, asesinos, etcétera. Todos los casos excepcionales y terribles, sin contar los que no llamaron mucho la atención como los suicidios. Advierte, Hutch, también, que esta mala reputación de la casa no sólo proviene de su antiquísimo y negro pasado, sino que en el invierno anterior el cadáver de un bebé envuelto en papel periódico fue hallado en el sótano de la misma... Como ustedes podrán hábilmente presagiar, la pareja hace caso omiso de las bienintencionadas advertencias y habitan la terrible casa Bramford.

El bebé de Rosemary es un ícono de las novelas de terror, que precedió a otros grandes como El exorcista. Es la fuente de inspiración de aquellos escritores de miedo de los años 70.

Algunas notas curiosas del libro que podemos deducir tras la lectura es que, al parecer, Ira Levin tendría en alto los trabajos de la escritora de misterios y detectives Agatha Christie y del cineasta Stanley Kubrick, al realizar sendas menciones en el desarrollo de su libro.

El libro virtual (o electrónico), pueden descargarlo en esta dirección: http://www.feedbooks.com/userbook/20998/el-beb%C3%A9-de-rosemary

Sin más que añadir, me despido dejando un fragmento de mi capítulo favorito (el segundo), exactamente la conversación con Hutch donde él les advierte sobre la terrible casa Bramford:  









–Estuve tentado de decirle que erais adictos a las drogas o sabandijas
de catre –dijo–. O algo igualmente repelente a los caseros.
Ellos le preguntaron por qué.
–No sé si ya lo sabéis –dijo untando mantequilla a un panecillo–, pero
la casa Bramford tiene muy mala fama desde principios de siglo.
Alzó la mirada, vio que no lo sabían y prosiguió (tenía una cara ancha
y reluciente, ojos azules que miraban entusiasmados, y algunos mechones
de cabello negro humedecido peinados a través de su cuero
cabelludo).
–Además de Isadora Duncan y Theodore Dreiser –explicó–, la casa
Bramford ha albergado a gran número de personajes mucho menos
atractivos. Ahí es donde las hermanas Trench realizaron sus pequeños
experimentos sobre dieta, y donde Keith Kennedy celebraba sus reuniones.
Adrián Marcato vivió también allí, lo mismo que Pearl Ames.
–¿Quiénes eran las hermanas Trench? –preguntó Guy.
–¿Quién fue Adrián Marcato? –inquirió Rosemary.
–Las hermanas Trench –explicó Hutch–, fueron dos señoras muy decentes
de la época victoriana que, en ocasiones, cometieron actos de canibalismo.
Guisaron y se comieron a varios niños, incluyendo a una
sobrina.
–¡Qué encanto! –exclamó Guy.
Hutch se volvió hacia Rosemary:
–Adrián Marcato practicó la brujería. Armó una buena hacia 1890
anunciando que había logrado conjurar a Satanás vivo. Mostró un puñado
de cabellos y algunas raspaduras de garras, y, por lo visto, hubo gente
que le creyó; por lo menos la suficiente para formar una muchedumbre
que lo atacó y lo dejó casi muerto en el vestíbulo de la casa Bramford.
–Bromeas –dijo Rosemary.
–Hablo en serio. Pocos años después comenzó el asunto de Keith Kennedy,
y hacia los años veinte la casa estaba medio vacía.
Guy manifestó:
–Yo ya estaba enterado de lo de Keith Kennedy y del caso de Pearl
Ames; pero no sabía que Adrián Marcato hubiera vivido allí.
–Y esas hermanas –añadió Rosemary estremeciéndose.
–Pero luego vino la segunda guerra mundial y la escasez de viviendas
–continuó Hutch–, y la casa se vio llena de nuevo, y ahora hasta ha adquirido
un poco de prestigio como casa antigua de pisos grandes; pero en los años veinte la llamaban la Negra Bramford y la gente sensible se
mantenía apartada de ella. El melón es para ti, ¿verdad, Rosemary?
El camarero depositó en la mesa los aperitivos. Rosemary se quedó mirando
interrogativamente a Guy; éste enarcó las cejas y meneó la cabeza
como diciendo: «No hagas caso, no dejes que te asuste.»
El camarero se marchó.
–A lo largo de los años –siguió diciendo Hutch–, en la casa Bramford
han pasado demasiadas cosas feas y desagradables. Y no todas ellas en
un pasado lejano. En 1959 encontraron en el sótano el cadáver de un niño
envuelto en un periódico.
Rosemary replicó:
–Pero esas cosas horribles ocurren en todas las casas de pisos de vez en
cuando.
–De vez en cuando –repitió Hutch–. El caso es que en la casa Bramford
ocurren con mucha mayor frecuencia. También hay irregularidades de
menos espectacularidad. Por ejemplo, ocurren allí más suicidios que en
casas de tamaño y antigüedad comparables.
–Y ¿cuál es la respuesta, Hutch? –preguntó Guy, haciéndose el serio y
preocupado–. Debe de haber alguna explicación.
Hutch se lo quedó mirando por un instante.
–No lo sé –dijo–. Quizá se deba a que la notoriedad de las hermanas
Trench atrajo a Adrián Marcato, y la notoriedad de éste atrajo a Keith
Kennedy, y finalmente la casa se convirtió en… una especie de centro de
reunión de gente propensa a observar una conducta rara. O quizá haya
cosas que nosotros ignoramos todavía, sobre campos magnéticos o de
electrones, o lo que sea, cosas que hacen que un lugar se convierta en
maligno. Sé algo de esto porque la casa Bramford no es un caso único.
Había una casa en Londres, en Praed Street, en la cual ocurrieron cinco
asesinatos brutales en sesenta años. Ninguno de los cinco tuvo la menor
relación entre sí; ni tampoco estaban relacionados los asesinos o las víctimas;
ni siquiera fueron cometidos con la misma Piedra de la Luna o con
el mismo Halcón Maltes, Y, sin embargo, cinco brutales asesinatos ocurrieron
separadamente. En una casita con una tienda en la planta baja y un
piso arriba. La demolieron en 1954, sin ningún propósito especial, ya
que, por lo visto, el solar sigue sin edificar.
Rosemary hundió su cucharita en la tajada de melón.
–Puede que también haya casas afortunadas –dijo. –Casas en donde la
gente se enamora, se casa y tiene niños.
–Y se convierte en estrellas –añadió Guy.
–Probablemente las hay –replicó Hutch–. Lo que pasa es que uno no
oye hablar de ellas nunca. Sólo se da publicidad a las que tienen mala fama
–sonrió a Rosemary y Guy–. Me gustaría que buscaseis una casa buena
en vez de mudaros a la Bramford –dijo.
La cucharadita llena de melón que Rosemary se llevaba a la boca se
detuvo a mitad de camino.
–¿En serio estás tratando de disuadirnos de que nos mudemos?
–preguntó.
–Hija mía –dijo Hutch–. Ten presente que esta noche estaba citado con
una mujer encantadora y he cancelado el encuentro sólo por venir a veros
y deciros lo que tengo que decir. Honradamente, estoy tratando de
quitaros esa idea de la cabeza.
–¡Santo Dios, Hutch… ! –empezó a decir Guy.
–No es que yo quiera asegurar –prosiguió Hutch– que al entrar en la
casa Bramford os va a caer en la cabeza un piano, que os van a comer
unas solteronas o que os vayáis a convertir en estatuas de piedra. Sólo
trato de deciros que la casa tiene mala fama y que había que considerar
eso, y no sólo el alquiler razonable o la chimenea que funciona; la casa
tiene un historial muy cargado de sucesos desagradables. ¿Por qué penetrar
deliberadamente en zona de peligro? ¿Por qué no vais al edificio Dakota
o al Osborne si se os ha metido en la cabeza vivir en medio del esplendor
del siglo XIX?
–La casa Dakota está toda alquilada –replicó Rosemary– y a la Osborne
la van a derribar.
–¿No estás exagerando un poco, Hutch? –preguntó Guy–. ¿Han ocurrido
más «sucesos desagradables» en los últimos años, además de lo del
niño en el sótano?
–Un ascensorista se mató el pasado invierno –dijo Hutch–. En un accidente
que no tenía nada de normal. He estado esta tarde en la biblioteca
con el Times Index y tres horas de microfilmes; ¿tenéis ganas de oír algo
más?
Rosemary se quedó mirando a Guy, quien soltó su tenedor y se limpió
la boca.
–¡Qué tontería! –dijo–. Está bien, allí han ocurrido muchas cosas desagradables;
pero eso no significa que vayan a ocurrir más. No veo por qué
la Bramford ha de ser más «zona de peligro» que cualquier otra casa de
la ciudad. Puedes arrojar una moneda al aire y te saldrá cara cinco veces
seguidas; pero eso no quiere decir que las próximas cinco veces haya de
salir cara también, y tampoco significa que esa moneda sea diferente de
las demás. Es pura coincidencia; eso es todo.
–Si esa casa tiene algo malo de veras –dijo Rosemary–, ¿por qué no la
han demolido como aquella casa de Londres?
–La casa de Londres –replicó Hutch– era propiedad de la familia del
último individuo asesinado allí. La Bramford es propiedad de la iglesia
vecina.
–Ahí tienes –dijo Guy, encendiendo un cigarrillo–. Entonces contamos
con la protección divina. –Que hasta ahora no ha servido –respondió
Hutch. El camarero retiró los platos. Rosemary dijo:
–No sabía que fuera propiedad de una iglesia. Guy se volvió hacia ella.
–Toda la ciudad lo es, cariño. –¿Habéis probado en la Wyoming?
–preguntó Hutch–. Creo que está en la misma manzana.
–Hutch –respondió Rosemary–, hemos probado en todas partes. No
hay nada, absolutamente nada, excepto en las casas nuevas, con pulcras
habitaciones cuadradas, todas exactamente iguales, y televisores en los
ascensores.
–¿Tan terrible es eso? –preguntó Hutch, sonriendo abiertamente.
–Sí –contestó Rosemary.
–Ya nos habíamos comprometido para mudarnos a una de ellas –dijo
Guy–; pero anulamos el compromiso para tomar este apartamento.
Hutch se les quedó mirando un momento, luego se retrepó y golpeó la
mesa con las palmas de sus manos. –¡Basta! –exclamó–. Me ocuparé de lo
mío, como he debido hacer desde el principio. ¡Encended fuego en vuestra
chimenea, que funciona! Os daré un cerrojo para la puerta y mantendré
cerrada la boca a partir de hoy. Soy un idiota; perdonadme.
Rosemary sonrió.
–La puerta tiene ya cerrojo –dijo–. Y una cadena, y una mirilla.
–Bueno, pues preocupaos de emplearlos –repuso Hutch–. Y no vayáis
por los pasillos, presentándoos a todo quisque. No estáis en Iowa.
–Omaha.
El camarero les trajo los platos fuertes.



6 comentarios:

  1. Me encantó esta historia, tanto la concepción como la continuación de la misma años después.
    Un gran clásico, sin duda alguna.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. (¡!) HA HA HA Esta vez el visitante me deja con ganas de preguntar: ¿hay continuación? No lo sabía. Muchas gracias por el dato. Lo que ocurre es que generalmente escribo mis reseñas ni bien termino de leer el libro, por lo que no me deja mucho tiempo como para seguir investigando. En fin, debo hacerme de esa continuación =D

    Abrazos*

    ResponderEliminar
  3. Muy buen artículo! es difícil, muchas veces leer la obra antes de la peli. Ya tendré el tiempo de leerla.
    Leiste Shogun?

    ResponderEliminar
  4. No, aún no la he leído, sólo me vi la miniserie gracias a que Fuchan me la pasó. Pero Shogun se ha convertido en nuestra pequeña obsesión, estamos aún en búsqueda del libro ;)

    ResponderEliminar
  5. Hola, te explico.
    aquí este libro que expones yo lo he comprado como La semilla del diablo. Cuenta la mudanza a apartamento y el caso con los vecinos. Exactamente lo que expones.
    El hijo de Rosmery arranca con el niño adulto... no digo del resto de la familia por no dar datos a quien no haya leído el primero.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  6. Vaya vaya, bastante interesante, amigo. Me echaré en su búsqueda y, si es tan buena como la primera, valdrá la pena.
    Gracias por tu interés C=

    ResponderEliminar

(8) Welcome to the jungle (8)