- ¿Por mi cumpleaños?
- Sí.
- A ver… Puedo contarte una historia, un cuento, uno que no tiene lógica, una historia coja y decapitada .
- Cuéntame, Lamont. Que sea un cuento como los de los hermanos Grimm.
- A ver…
“Había una vez, en un Reino muy muy cercano, una princesita tan bonita como triste…
- Lamont, pero yo no vivo triste.
- ¡Caray! ¿Acaso estoy hablando de ti?
- Está bien, continúa.
“Un día conoció a un muchacho pobre…
- ¿Pobre? HA HA HA Que conste que yo no he dicho nada.
- Por favor…
- Está bien.
“Un día conoció a un muchacho pobre que vivía en un Reino muy pero muy lejano…
- El Reino lejano se llamaba Macondo.
- Está bien, el chico pobre vivía en Macondo. Y él era un... jardinero…
- Debe llamarse Jaime, todos los jardineros se llaman Jaime.
- Nombre feo para mi historia; cambiémosle de oficio. A ver...
- Tenía mil oficios, así como Adolfo Chuiman.
- Ya, y era narizón, ya lo pillé.
- Ajá. HA HA HA
“El muchacho pobre trabajaba en el palacio de la princesita triste y un día, mientras realizaba sus labores matutinas, observó por vez primera a la princesita que se asomaba por su balcón. El muchacho se enamoró a primera vista y sin darse cuenta empezó a seguirla con la mirada, y cuando la princesita giraba éste ocultaba su vista entre los arbustos. Siempre era lo mismo, todos los días, el momento favorito del muchacho, la hora en que la princesita se asomaba a su balcón, y él la observaba con tanta devoción y tan distraído que un día se cortó la mano derecha con las tijeras de jardín…
- Pero la princesa ya se había dado cuenta.
- Claro, a eso voy.
“La princesa ya lo había descubierto pero le seguía el juego, le parecía todo muy divertido, así que un día, un martes para ser exactos, buscó su mirada y le sonrió dulcemente, el muchacho se puso tan nervioso que la saludó con su mano herida y vendada, a la princesita le pareció tan gracioso que no pudo dejar de reír y hasta se le acercó familiarmente para preguntarle por su mano.
- Y es que el muchacho tenía cara de bobo.
- Está bien. Continuemos.
“Empezaron a hablar y la princesita se sentía muy contenta porque había conocido a su primer amigo…
- Esta es la parte en donde la princesita le pregunta al muchacho lobo: ¿por qué tienes esa nariz tan grande?
- ¿Para olerla mejor? Suena muy porno, ¿no? A ver…
“Es que los macondianos somos narizones –contestó el muchacho-, y no sólo eso, somos criaturas diurnas, ninguno de nosotros puede salir de noche…
- Porque si no sus mamás les pegan.
- Ya…
“La princesita tenía tres doncellas y un… y un, señorito raro, que eran los que trabajaban en el Castillo Verde de la princesita…
- HA HA HA Ya, y el muchacho tenía dos amigos.
- Sí, eran dos ardillitas, Chip y Dale. Bueno…
“Poco a poco la princesita y el muchacho forjaron una fuerte amistad, ambos se querían mucho en ese reino tan cercano, en ese castillo verde donde la alegría era similar a un rayo de sol que se cuela por las cortinas cerradas, porque en el castillo verde estaba prohibido reírse, la felicidad estaba prohibida, había un extremado culto a los libros y al egoísmo; todos, en el reino muy cercano, eran tipos fríos, sin vida, cada uno más orgulloso que su semejante, por lo que la pequeña relación entre el plebeyo y la princesita empezó a provocar la envidia de los demás súbditos, así que se reunían en silencio, de noche, y conspiraban y conspiraban. Le decían a la princesita que debía alejarse del muchachito, que no podría exhibirse en las grandes esferas a su lado, pero la princesita no quería separarse de él, así que las tres doncellas y el señorito raro prepararon una pócima…
- Y se la vertieron en su arroz chaufa.
- Claro, en realidad lo mezclaron con el jugo de tamarindo encima de su wantán frito, la princesita no podía sospecharlo.
“Ellos sabían bien que el muchachito no podía salir de noche, así que la pócima consistía en convertir en piedra el corazón tierno de la princesita cuando salía el sol, volviendo a la normalidad con los primeros rayos de la luna…
- ¿Fue eso o fue que en los últimos años el horario académico cambia al de turno noche?
- ¡Demonios! Que esto no tiene nada que ver con nosotros, es una historia aleatoria.
- HA HA HA… Perdón, continúa…
“Así que cuando el muchacho se acercaba como cada mañana la princesita lo trataba con indiferencia, lo trataba en realidad muy mal, todo esto para diversión de los plebeyos del castillo verde y los demás ciudadanos de muy muy cercano. El muchacho lo intentó todo para regresar el calor al antes tierno corazón de la princesita que se escondía entre sus rocosas escamas, pero tanto amor y nada pudo contra el brebaje maligno…
- El jugo de tamarindo…
“Tanto fue el amor del joven macondiano que la población entera se fue contagiando de ese sentimiento de amistad sincera, de amor, de esperanza, incluso la gente empezaba a sonreír y a creer que hay algo más que sólo letras en los textos jurídicos…
- ¿Jurídicos? ¿No se suponía que era una historia aleatoria?
- Disculpa, me proyecté demasiado.
“La gente empezó a abrir sus corazones y empezaron a creer que la princesita era malvada, así que todos empezaron a odiarla y a hablar mal de ella. La tristeza del muchachito pobre creció y creció e, inversamente con lo que ocurría con el pueblo de muy cercano, su espíritu se tornó tan oscuro como su barba… Y es que ya no se afeitaba, había caído en la desesperanza. En ese tiempo los únicos que lo apoyaban a mantenerse en pie fueron sus amigos, Chip y Dale.
- …
“Pero Dale, el más leal de sus dos amigos, un día descubrió lo de la pócima, así que fue a comunicarle de inmediato a nuestro héroe, pero como ya lo habíamos mencionado, todos los macondianos le temían a la noche, pero más pudo su amor; así que un día sin más ni más salió en busca de la princesita, abordó su navío legendario y…
- ¿La Daewoo?
- Sí…
“La buscó por todos los rincones de ese mundo muy cercano, a pesar que el muchacho lo detestaba, hasta que la encontró, una noche. Ella lo había olvidado por los efectos secundarios del brebaje, pero más pudo el cariño. Se veían todas las noches de verano, él la esperaba, o a veces ella lo esperaba, ambos tenían que escapar para verse, ya no dentro del palacio verde, sino afuera, en los jardines, entre los árboles.
- Eso suena a Mar de Copas…
“Entonces los enemigos del muchacho volvieron a quedar desorientados, no podían explicárselo, hasta que Chip, el otro amigo de nuestro héroe, fue como un Judas, lo traicionó y le contó a los demás de sus citas nocturnas entre los árboles, así que ahora prepararon una nueva pócima, un nuevo hechizo, uno que convertiría el corazón de la princesita en piedra eternamente.
- ¿Y qué pasó después?
“La gente empezó a odiar a la princesita, y todo lo que se hacía sólo endurecía más y más el corazón de la princesita, fue entonces que el muchacho acudió con una maga de la región más bonita del reino de más cercano, en un castillo color beige…
- ¿Eso vendría a ser por la facultad de Psicología?
- Ajá…
“Sin embargo, la maga, con sus conocimientos de Fullmetal Alchemist, le advirtió al joven que la ley del intercambio equivalente se basa en que, para obtener algo, algo del mismo valor debe entregarse, entonces, con el hechizo que la maga realizaría, el corazón de la princesita empezaría a tornarse cálido nuevamente a cambio de que el corazón del muchacho pobre se endurara. Además los demás macondianos ya no lo aceptaban en sus comunidades porque él había conocido la noche y todos le temían, y así fue como éste se convirtió en un prisionero de nocturnidad más.
- Ya es hora de ir a clase, Lamont, vámonos.
J. Guillermo López T.
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